Pues bien, la historia data del verano pasado, más concretamente el 24 de Junio, día de San Juan, fiesta patronal de su pueblo, Hinojosa de Duero en Salamanca.
Acabábamos de comer en familia y estábamos en los cafés cuando ella y sus hermanas me instaron a que terminara pronto y me pusiera un disfraz de sevillana que me tenían reservado. No me negué, pero si advertí que era aún pronto para ir a los toros. No es para los toros, es para una visita, me dijo con mirada risueña y complacida. Me cambie, miento, nos cambiamos todos, ella y yo, hermanas, cuñados su padre y las sobrinas, hicimos corro alrededor de nuestro carro musical y emprendimos el paseo con música, alegría y determinación.
Por el camino, íbamos regalando a niños y mayores globos y caramelos con nuestra mejor sonrisa. Al poco, pasamos junto a la plaza de los toros, una de esas que desde siempre se montaba y desmontaba en la plaza mas grande del pueblo donde todo la gente del pueblo se encontraba en ese momento asistiendo a las vaquillas para los mozos y una pequeña novillada.
Entonces fue cuando me dijo donde íbamos, quería que fuéramos a cantarle y regalarle caramelos y una sonrisa a los abuelitos del asilo... Cómo iba a negarme... Mi mujer, Elena, mide poco más de metro y medio, pero aquel día la vi grande, MUY GRANDE.
Al rato, ya estábamos en la residencia haciendo participes a los abuelos de las fiestas del pueblo y dándoles un poquito de calor humano. Jamás me arrepentiré de no haber ido a las vaquillas, su cara tenía otra luz. Por eso os digo, que si ella habla en su blog de los ancianos olvidados lo hace desde el corazón y yo, la creo y me siento muy orgulloso de estar con ella. Gracias Elena por ser como eres. Un beso.